sábado, 8 de septiembre de 2007

Pasajes de Víctor Hugo.

Estos son algunos pasajes de la novela de Víctor Hugo:



“El día de su ejecución el condenado a muerte abrió los ojos y vio por la alta y estrecha ventana de su calabozo, el único cielo que le era dado vislumbrar, ese amarillento reflejo en que los ojos acostumbrados a las tinieblas de un calabozo reconocen tan bien: el sol. ¡Oh! ¡Me gusta mucho el sol! -Hermoso día dijo al carcelero. En ese preciso día al sentenciado le fue comunicada su sentencia de muerte. ¿Sentenciado a muerte! Y bien ¿por qué no? Los hombres (recordaba haber leído en un libro), los hombres todos están sentenciados a muerte con plazos indefinidos. ¿Acaso a cambiado en nada mi situación?

Desde la hora en que se pronuncio mi sentencia de muerte -seguía diciendo el condenado- ¡Cuantos han muerto que esperaban vivir largo tiempo! ¡Cuantos jóvenes, libres y sanos, que creían ver rodar mi cabeza se me han adelantado! ¡Y cuantos se me habrán anticipado también de esos que andan y respiran el aire puro, entran y salen de sus casas á voluntad!...El sol, la primavera, los campos esmaltados de flores, el despertar matutino de los pajarillos, las nubes, los árboles, la naturaleza, la libertad, la vida, todo esto ya no existe para mí....Dejo en el mundo madre, esposa é hija.

Una niña de tres años, fresca como una rosa, delicada, con grandes ojos negros y largos cabellos castaños.

Tenía dos años y medio la última vez que la vi.

Así pues, cuando muera quedarán tres mujeres solas, sin hijo, sin marido, sin padre; tres huérfanas de diferente especie; tres viudas que habrá hecho la ley.

Admito que sea justo castigarme á mi, pero esas inocentes ¿qué daño han cometido? No importa: se las deshonra, se las arruina. Eso se llama hacer justicia.

No me apesadumbro por mi anciana madre; ésta cuenta setenta y cuatro años y morirá de pesar. Y si tal vez alarga unos días mas, con tal de que no falte un poco de ceniza en su braserillo, no dirá nada.

Tampoco paso ningún cuidado por mi mujer; como es débil de espíritu y no goza de salud, también se morirá, a no ser que se vuelva loca. Dícese que esto alarga la vida; pero ni siquiera la inteligencia de los locos no padece; está adormecida, como muerta.

Más ¡y mi hija! Mí pobrecita María, que en este momento ríe, juega, canta y en nada piensa. ¡Oh! El recuerdo de esta inocente criatura me desgarra el alma......¡Oh! pobre hija mía! Dentro de seis horas ya no existiré; seré una cosa inmunda, que arrastrarán hasta el frío mármol del anfiteatro...Esto es lo que harán con tu padre unos hombres que no le profesan odio, que le compadecen y hasta podrían salvarle si quisieran. Pero van a matarme. ¿Tu comprendes eso, María? ¡Matarme a sangre fría, con todo el ceremonial de costumbre...!¡Pobre hijita mía! ¡Van a matar a tu padre que tanto te amaba, que besaba tu cuello blanco y perfumado, que acariciaba incesantemente tu rizada y sedosa cabellera, que jugaba con tu lindo rostro, que te sentaba sobre sus rodillas y al llegar la noche juntaba tus manecitas enseñándote a dar gracias a Dios!¿Quién va a remplazarme ahora? ¿Quién te amara?

Todos los niños de tu edad tendrán padre, menos tú, hija mía. ¿Cómo perderás la costumbre de los regalos que yo te hacía por año nuevo, de recibir en todo tiempo juguetes y dulces, y cariñosos besos de amor? ¿Y como te desacostumbrarás pobrecita huérfana, de beber y de comer?..He aquí mis sensaciones del momento:

Un violento dolor de cabeza, fríos los costados y ardiente la frente. Cada vez que me levanto ó que me inclino, me parece que brota un liquido en mi cerebro, que hace chocar los sesos con las paredes del cráneo.

Tengo temblores compulsivos..., Los ojos me escuecen como si me hallara envuelto en espesa humareda.

Me duelen los codos.

Dentro de dos horas y cuarenta y cinco minutos no sentiré ningún dolor....Dicen que no es nada, que no se padece, que es una muerte dulce...,En apariencia esto no es sufrir.¿No produce las mismas convulsiones que la sangre se derrame gota a gota ó que se apague la inteligencia pensamiento tras pensamiento?

Y luego ¿están ellos tan seguros que no se sufre? ¿Se ha visto alguna vez a alguna cabeza cortada por la fatídica cuchilla erguirse ensangrentada desde el fondo del canasto para dirigirse al pueblo diciéndole: Esto no hace daño?...,Me parece que desde el instante en que se cierren mis ojos divisaré gran claridad y abismos de luz, donde florecerá mi espíritu indefinidamente. Me parece que el cielo estará iluminado con su misma esencia, y que los astros se verán en él cual puntos obscuros...,O bien, ¡mísero de mí! Será tal vez una espantosa y honda caverna, cuyas paredes estarán tapizadas de tinieblas, en que caeré á cada paso rodeado de otros seres que se moverán entre sombras...,”Estos son sólo unos fragmentos de la novela de Víctor Hugo, que resultan desgarradores, sobre todo sí por analogía los aplicamos a todos aquellos que, por cualquier motivo se encuentren sentenciados a muerte, bien sea por enfermedad, accidente, vejez, depresión, aun para aquellos que no desean seguir viviendo, pero que vagan, caminan y vegetan por el mundo sin ansias ni ganas de vivir.

¡Para todos ellos, valga nuestro consuelo!

En cualquiera de estas circunstancias se puede sentir como la sangre del sentenciado a muerte se hiela cuando le es comunicado el estado de su salud y las pocas horas o días que le quedan de vida.

Se puede oír la carcajada trágica, el llanto compulsivo, así como el derrumbe físico y moral de la esposa el enterarse de que su esposo morirá en cualquier instante; en esos momentos se quisiera que el tiempo regresara para que el sentenciado haga lo que dejo de hacer, o no haga lo que en su vida hizo mal.

A ese hombre ya no se le esperara sino en el mejor de los casos se le recordará.

Ya no le esperaran la esposa y los hijos para departir el hogar, el cariño, el pan, la ternura, el amor; los hijos ya no le esperaran como siempre para abrazarlo y besarlo, esperando con ansia que llegue con una golosina o juguete de esos que piden los niños y que las reciben tan llenos de gusto.

En verdad es trágico el sólo pensar en este tipo de eventualidades, y en serio, en verdad pensamos que a nosotros no nos pasara, le puede pasar a cualquier otro, pero a nosotros no.

Cualquier caso es impensable, pero sobre todo resulta trágico cuando se trata de casos como el de Sebastián Casals, hombre bueno y probo, hombre siempre dedicado al trabajo y a proporcionar felicidad; siempre se intereso en las personas, le angustiaba mucho no poder resolver algún problema de alguien, vivía en carne propia las desventuras de los demás.

El era feliz sabiendo que sus seres queridos eran felices; toda su vida trabajo para ellos, les proporciono casa y sustento, los mando a los mejores colegios.

Tal vez fuera por que él, de pequeño, no tuvo esas oportunidades, a él le costo trabajo desarrollarse, estudiar; muchas veces me contó que dejo de comer por varios días, con tal de poder comprar los libros que le pedían en la escuela, cuando no tenia para el camión se aventuraba a meterse sin pagar o se levantaba muy temprano para pedir aventón.

Tuvo la oportunidad de entrar a trabajar cuando todavía se encontraba estudiando, motivo que le permitió solventar algunos de sus problemas económicos, pero que por otra parte le quitaba mucho tiempo para el estudio.

Cuéntame que muchas, muchísimas veces salía a las dos o tres de la madrugada, esperando a que su jefe saliera de alguna reunión de trabajo o de algún compromiso social, pero que nunca y por ningún motivo faltaba a la escuela, así hubiera dormido dos o tres horas.

Siempre se encontraba pensando, planeando, previendo lo que sucedería mañana o la semana que entrante, todo lo tenía perfectamente bien planeado, lo tenía programado casi todo.

Le angustiaba no poder pagar las colegiaturas del colegio de sus hijos pero siempre y quien sabe como, aunque no tuviera dinero para ello, podía resolver sus problemas.

La vida le doto de la capacidad de lograr lo que se propusiera, así construyo su casa y construyo asimismo el futuro de su familia, vivió bien, con muchos lujos se pudiera decir, no le hacia falta nada, viajaba, se divertía, se iba de juerga, era una persona alegre aunque muy recta y muy radical, le gustaba que todo funcionara como debiera ser, y cuando algo no se hacía de esa manera simplemente montaba en cólera.

Y ahora me encuentro aquí en su casa, en su lecho de muerte, esperando el desenlace de una vida buena.

Este acercamiento con la muerte me hacen recordar un correo electrónico que alguien me mando:

1 comentario:

Gonzalinho dijo...

hola ke tal loko,
ta muy weno tu blog

las imagenes tambien super

che, como haces para el contador y la fases de la luna

un saludo desde bolivia