sábado, 8 de septiembre de 2007

Lecciones.



























-Aprendimos mucho de él, termino diciendo su hijo, mira, alguna vez lo escribí:








Aprendí:DE LOS SENTIMIENTOS:














Aprendí que los sentidos del alma tienen un registro más sublime que los sentidos del cuerpo.






Aprendí que la esencia de lo que somos y seremos, aún después de la vida corporal, es aquello que supimos transmitir sin hablar.






Aprendí que cuando una caricia tiene algo más que calor sexual, lleva consigo el poder supremo.






Aprendí que las almas hablan todas el mismo idioma, cuando finalmente aprenden a hablar.






Aprendí que cuando decidimos detenernos por alguien y lo miramos en profundidad, vemos sin mirar.






Aprendí que el paso del tiempo pone torpe al cuerpo pero en cambio enriquece al alma.






Aprendí que el odio es como el ácido; destruye el recipiente que lo contiene.






Aprendí que solo el amor nos permite el éxtasis de la felicidad plena.






Aprendí que el amor extiende, embellece y le pone vida a los caminos que recorre el cuerpo.






Aprendí que la sintonía del amor es una avenida de ida y vuelta.

Aprendí amar a mis padres, como a nadie en el mundo.






Aprendí que la mejor manera de decir TE QUIERO es decir TE QUIERO.












Aprendí que el orgullo es un sentimiento absurdo que nos lleva en sentido contrario a la entrega.


















DE LA VIDA:


















Aprendí que lo más importante en la vida es encontrar un motivo.





Aprendí que los días son largos y la vida es corta, cuando no hallamos un sentido.





Aprendí que la mayoría de las cosas por las que me preocupo nunca suceden.





Aprendí que cuando decidimos vivir en el cielo que llevamos dentro, la felicidad es un bien accesible.





Aprendí que cuando decidimos vivir en el infierno que llevamos dentro, se incinera el alma.

Aprendí a nunca hacer reclamos a mis padres, porque sí ellos se equivocaron, ellos mismos lo pagarían algún día, pero yo no soy nadie para juzgarlos.





Aprendí que debemos apreciar a nuestros hijos por lo que son y no por lo que deseamos que sean.





Aprendí que es bueno estar satisfecho con lo que tenemos, pero no tanto con lo que somos si está en nosotros la posibilidad de ser mejores.





Aprendí que no debemos mirar para atrás, excepto para aprender.





Aprendí que aún cuando tengo molestias, no debo ser una molestia.





Aprendí que el hombre tiene cuatro edades: cuando cree en Papá Noel, cuando no cree en Papá Noel, cuando él es Papá Noel y cuando se le parece.





Aprendí que es importante acercarse a alguien, pero que es más importante permitir que él pueda llegar a nosotros.





Aprendí que hay que luchar por las cosas en las que creemos.





Aprendí que darse cuenta de lo más simple, es lo más difícil.















DE LAS DEMÁS PERSONAS:




















Aprendí que el respeto es un regalo a la dignidad de los demás.




Aprendí que las personas son tan felices como deciden serlo.




Aprendí que la mejor manera de comprender a otras personas, es calzarse sus propios zapatos.




Aprendí que nunca nos recompensan por las cosas que tuvimos intención de hacer.




Aprendí que solo algunas veces nos recompensan por las cosas que hicimos.




Aprendí que la mejor recompensa es saber, para nosotros mismos, que hicimos lo mejor que pudimos.




Aprendí que el planear una venganza sólo permite que las personas que nos hirieron lo hagan durante más tiempo.




Aprendí que cuando alguien nos dice que se trata del principio y no del dinero, por lo general se trata del dinero.




Aprendí que no se puede saber cuán lejos puede saltar una rana con solo mirarla en reposo.




Aprendí que dejar libre a un pez grande resulta más satisfactorio que comérselo.
















DE LA PAREJA:














Aprendí que el marido inteligente sabe que el cortejo nunca debe terminar.



Aprendí que la mujer inteligente, conoce el silencio y medita la oportunidad.



Aprendí que casarse por dinero es la forma más difícil de obtenerlo.



Aprendí que en un divorcio sólo los abogados resultan beneficiados.



Aprendí que el amor pude terminar, pero no la honestidad.



Aprendí que no se es hipócrita o infiel con la pareja, sino con uno mismo.



Aprendí que la expectación, con frecuencia, es mejor que el suceso en sí.



Aprendí que nunca hay que dormirse sin resolver una discusión pendiente.



Aprendí que las parejas son tan felices como deciden serlo.



Aprendí que si hay características de nuestra novia que no admiramos, nos gustarán mucho menos después de casarnos.



Aprendí que a todas las mujeres les encanta recibir flores, en especial cuando no existe ningún motivo particular para ello.



Aprendí que la mejor manera de apreciar algo es carecer de ello por un tiempo.












DEL TRABAJO Y LA DEDICACIÓN:









Aprendí que nada de valor se obtiene sin esfuerzo.


Aprendí que si tu vida está libre de fracasos es porque no te estás arriesgando lo suficiente.


Aprendí que cada cosa que logré, la había considerado antes como un imposible.


Aprendí que proyectar te proyecta.


Aprendí que la honestidad es la mejor propaganda.


Aprendí que debo ganar el dinero antes de gastarlo.


Aprendí que no debo discutir mi éxito con personas con menos éxito que yo.


Aprendí que la fama está escrita en el hielo y el sol derrite el hielo.




EN GENERAL:




Aprendí que a menudo me olvido de lo que aprendo, por tanto, debo escribirlo y repasarlo.

Aprendí a no dejar de mirar hacia el futuro.

Aprendí a valorarme sin sobrestimarme.

Aprendí que debo darme ánimo y pensar que:


Aprendí que todavía hay muchos buenos libros que leer, puestas de sol que ver, estrellas que admirar. amigos que visitar...- Una mujer, un día, un lugar, un momento para recordar y la bendición de un amor verdadero.- Helados de dulce de leche con nueces por saborear, manos firmes que estrechar, sonrisas que regalar, pensamientos que expresar...- Árboles que plantar y un perro fiel...Aprendí que el invierno es para mi una amenaza, pero luego de él, todo recupera su encanto.

Aprendí... que todavía tengo mucho que aprender.

Aprendí... a dar gracias a la vida, a dar gracias a mis padres por habérmela dado, porque sin ellos yo no sería nada.

Gracias papá... gracias mamá.

Lo curioso es que yo mismo sentía lo mismo, esa mano generosa no la extrañare porque siempre estará conmigo.

Ojala que cuando yo muera las personas que me conocen sientan algo parecido y que hayan aprendido algo de mí, pensé para mis adentros, pero eso era algo muy difícil, porque casos como los de Sebastián Casals, son solo uno en millones de posibilidades.

En estos momentos me sentía mucho muy apartado del budismo tibetano, que dice que todos nuestros sufrimientos en este mundo, están relacionados con nuestras “ataduras” hacía las cosas y hacia las personas; sufrimos porque nos atamos a nuestros hijos, padres, amigos, al dinero, a nuestro automóvil, a la ropa, etcétera, sufrimos por causa de nosotros mismos; ser feliz es desapegarse de las cosas.

Muy fácil decirlo, lo difícil es desarraigar nuestros prejuicios, nuestras costumbres, esa parte de nuestra propia experiencia, de nuestra idiosincrasia, de nuestra cultura occidental.

Esto parece muy bello, una receta para la felicidad, ponerla en práctica es lo difícil, y si no pregúntenmelo a mí, porque en estos momentos, no sé como hacerle para no sufrir, para desapegarme de Don Sebastián.

De cualquier forma, afortunado o no, ese era Sebastián Casals, ahora próximo a la muerte, lo que me recordó la novela del gran Víctor Hugo:




“El último día de un condenado a muerte” y aunque no se trataba de un reo, como en la novela, me pareció oportuna la comparación, porque para el caso era lo mismo eran sus últimos minutos de vida y también su última oportunidad.

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