sábado, 8 de septiembre de 2007

Ana Cristina Miranda.

5.- Ana Cristina Miranda.



¡Quien ha estado cerca de la muerte, o muerto, puede apreciar el justo valor de la vida!

¡Quien ha perdido un ser querido, puede incluso despreciarla!

Pero, ¡Quien ha perdido a un hijo, puede desafiarla!

Así se encontraba mi amiga, Ana Cristina Miranda, desafiando a la vida.

Para ella ya no tenía ningún valor, se había vuelto un zombi, una autómata, su vida carecía de sentido.

Sin embargo, tengo que seguir viviendo -me dijo- tengo otro hijo a quien cuidar.

Fue lo que me dijo Ana Cristina esta mañana al comunicarme del terrible accidente de tránsito en el que habían muerto dos de sus pequeños.

Inmediatamente después de colgar, me dispuse a encontrarme con ella y su familia en la funeraria donde velarían a sus hijos; sentí que iba a necesitar de todo el apoyo para sobreponerse a la tragedia.

Esta es una de esas experiencias en la que uno quisiera no enfrentar nunca, todo mundo hablamos de la muerte, nos reímos de ella, la festejamos, incluso nos burlamos.

La manera como la enfrentamos depende de nuestra concepción de ella; nos es inculcada desde pequeños y depende de nuestro entorno, de lo que a lo largo de nuestra vida hayamos vivido y experimentado, por eso todos la sentimos de diferente manera, algunos logran sobreponerla, otros no.

Yo mismo no sabía qué pensar en estos momentos, había conocido a la muerte de cerca, se podría decir que la había experimentado, había estado a punto de perderla y de ganarla, la conocía, igual que muchos otros quizás, por eso he llegado a apreciarla.

Pero saber o comprender lo que siente alguien que ha perdido un hijo, eso si que es algo diferente, va en contra de toda ley natural, se supone que son los hijos los que deben ver morir a sus padres y no a la inversa.

Dicen que duele mas la muerte de un hijo que la de un padre.

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