sábado, 8 de septiembre de 2007

****

*


Ahora han pasado cerca de cuatro años desde que Ana Cristina perdiera a sus hijos, la he seguido frecuentando, nos hablamos por teléfono, nos escribimos, recordamos el día de nuestro cumpleaños, hemos salido hasta de compras, pero ella ya no es la misma. Pareciera que todo lo ha olvidado, ó que ya no quiere recordarlo nunca más. Yo he comprendido que no es a mí a quien le corresponde hablar de ello, no soy su terapeuta.

Sé, sin embargo, que su vida ha sido muy díficil, su marido prácticamente la ha abandonado, su hijo, parece vivir en su propio mundo al igual que ella, yo creo que han de haber hecho un pacto de honor para ya nunca más hablar de ello, para no dejar que les siguiera lastimando, pero que en el fondo no les había resultado, los tristes recuerdos seguian ahí, bastaba echar una visita a la tuma de sus hijos, para saber que seguian tan vivos como el arreglo de las tumbas y las flores que casí a diario parecian cambiar, yo mismo lo sabía, pues en las pocas ocasiones que visitaba el cementerio, sus tumbas resaltaban entre las demás, eran las más arregladas, pareciera que tan sólo fuera el día de ayer en que los habían enterrado, y me parecía oir lo que a diario Ana Cristina platicaba con sus hijos, sus palabras flotaban en el ambiente.

Su esposo me platico varias cosas sobre su forma de proceder, me había pedido ayuda en muchas ocaciones, me dijo por ejemplo, que no permitia que nadie entrara al cuarto de sus hijos, dentro de ellos todo parecia permanecer en las mismas condiciones de antes, ella lo mantenía arreglado, limpio, se le oía hablar con ellos, regañarlos, enseñarles las cosas de la escuela, ellos seguian vivos, tenían hasta un pizarrón donde ella les enseñaba sus lecciones, es increible ver como ella prepara la clase para sus alumnos -me dijo; a mí otro hijo le proporciona un amor desmedido, asfixiante, no lo deja ni respirar, como sabes él ya es mayor y le apena mucho que sus compañeros lo vean con ella.

Ellos hace mucho que estan muertos, llege incluso hasta gritarle -me dijo su esposo- pero nunca parecío importarle, era como hablarle a una pared, la muerta también era ella, no logro soportarlo, por eso me aparto mucho de ella, ella come y duerme con sus hijos, lo demás no le importa. Ella ahora tiene tres personalidades, me dijo también- una la tiene conmigo, otra con nuestro hijo y otra, con nuestros hijos muertos.

Es como si ella o yo los hubieramos matado, se odia tanto y nos odia a nosotros. Ya hasta yo me siento culpable, es algo que no se puede soportar, yo creo que es mejor pegarse un tiro que seguir viviendo de esta manera..

Que terrible clase de vida, sí al menos supiera por qué esta haciendo todo esto Ana Cristina, así que opte por pedirle a su esposo que me platicara algo de la infancia de su esposa, a lo que el me contesto que eso también era un misterio para él, ella rara vez platicaba de ello, y si acaso lo hacia, decía sólo cosas normales, como "yo una vez tuve un pastel muy bonito de tres pisos, me gustaba mucho la clase de reposteria, yo era muy felíz y mis padres me querían mucho".

Ana Cristina era una persona adorable, con una gran calidad humana, nada se le hacía difícil, se daba a querer, con todo mundo platicaba, a todos brindaba una sonrisa, pero era fria por dentro, nada parecía perturbarla, era fuerte, tenía una coraza de acero, yo mismo nunca podía ganarle en nada, aunque yo tuviera la razón, para ella solamente existia lo que ella decía, ó en lo que ella pensaba; parecía escucharte y comprender eso sí, pero todo lo adaptaba a su muy particular forma de ser, era poco amorosa con su esposo, con sus hijos era como un módelo a seguir, pero era, como se podría decir, la madre perfecta, pero como si estuviera hecha para televisión, no había fallas ni defectos, seguia al pie de la letra las recomendaciones del pediatra, no lo que le dictara el sentido común, así que si a su hijo el más pequeño se le determinara que no comiera solidos hasta el año y medio de edad, ella lo cumplia hasta el último día de ese tiempo, era como si toda su vida fuera ellos mismos, como si ella no tuviera una vida propia y se refugiara en la de ellos; a su marido lo amaba, claro esta, pero a su manera, era una relación fria y cálida a la vez, una relación perfecta también como de pelicula, su mundo lo constituian sólo ellos.

Podía uno hacer infinidad de conjeturas, y como Ana Cristina se rehusaba terminantemente a ver a algún especialista, su marido prácticamente ya no se interesaba por ella, pues no le hacía caso para nada. Fue entondes cuande me decidí a actuar, no sin antes evocar dolorosamente el recuerdo de sus palabras cuando había rechazado muchas veces mi ayuda.

Yo no sabía como hacerle, así que empece a documentarme, a leer libros sobre la muerte, libros de psicoanálisis, de psicoterapia, pero que no me decían mucho, contenian un lenguaje que yo no entendía.

Cuando la volví a ver, me enfrente con su dureza, con su manera tan poco flexible de ver las cosas, ella a nadie le hacía caso, yo sabía que ella tenía uno o dos amigos o amigas en las que sí confiaba, pero no sabía quienes eran, ni siquiera su esposo sabía de su identidad, también sabía que existian porque me comento que muchos de sus problemas familiares eran porque ella hacía caso a sus consejos y no a lo que ellos acordaban o a lo que a él le pareciera que estaba bien, de cualquier modo no creo que hayan sido tan buenos o excelentes amigos, si no, donde habían estado todo este tiempo; ahí es donde yo refuerzo mi pensamiento de que la amistad no existe. Yo por mi parte tampoco me considero un buen amigo, ni una excepción a la regla, ante no lo sabía, pero ahora con un poco de introspección de mi parte, la ayuda de un encuentro conyugal al que asistí, la revelación de alguna de mis partes ocultas de mi inconsciente comprendo un poco porque lo hago.

Siempre he necesitado del reconocimiento de la gente, me siento terriblemente mal si no ayudo a alguien, y me siento el doble de mal si no puedo ayudarlos, o sí éstos se apartan de mis recomendaciones, es increible como casi un desconocido me puede hacer perder el sueño, si a éste no puedo ayudarle; por supuesto que he desarrollado un sentido especial para ayudar, soy muy intuitivo, lógico, casí un vidente, y casi nunca me equivoco, puedo incluso, hablar con alguien al que sólo he visto unos minutos y relatarle casi toda su vida y los problemas por los que esta pasando, es como si pudiera visualizarlos y poder tener el poder de prevenirlos y de resolverlos.

Yo también tengo un precio muy caro que pagar, "nadie es profeta en su tierra", así que los problemas con mi familia son mayores, les presto demasiada atención a otros que a mi propia esposa e hijos, me preocupo más por problemas ajenos que por los mios propios. La respuesta es simple, puedo ayudar a otros pero no a mí mismo, no a mi esposa, que por otra parte no le interesa escucharme, porque siente que siempre le estoy dirigiendo su vida y la estoy manipulando, lo cual por cierto es la verdad. Debe ser terrible vivir con alguien com yo, alguien perfeccionista, obsesivo-compulsivo, alguien que puede visualizar los resultados del proceso de causa-efecto. Así que yo también vivo parte del proceso de soledad y también me he pensado en matar en muchas ocasiones, soy un imcomprendido, una persona que se siente terriblemente mal si no obtengo reconocimiento.

Los encuentros siguientes con Ana Cristina fueron muy díficiles, siempre encontre rechazo, frialdad, por más que yo tratara de sacar el tema, de encontrar algún resquicio, siempre me encontraba con su dureza, con la simple mirada me callaba, y cuando se sentia agobiada, acorralada, en forma terminante me callaba, o simplemente se levantaba y se retiraba del lugar. Para cuando le volvía a llamar, pareciera que nada había pasado y sí la volvía a ver todo parecía igual.

Pasarón muchos meses y nuestros encuentros eran casí a diario, yo me acostumbre a su presencia, pero sufria mucho, el no poder ayudarla hacían que yo mentara madres a cada rato, la odie por mucho tiempo, su frialdad y distanciamiento me tenían desesperado, todos los días ideaba planes de ataque, pero nunca funcionarón. Comprendí entonces que si ella no deseaba comprender, si ella misma no era la que reaccionara nadie lo iba a hacer, igual que como el alcohólico que no puede tener rehabilitación, hasta que no acepte que es un alcohólico.

Empece entonces a frecuentar a su hijo, me conto tantas cosas: de como le había afectado; de como tambíen había empezado a odiar a su madre: de como estaba del lado de su padre que quería abandonar a su madre definitivamente; de como él no contaba para nada; de como dejo de estudiar; de como se evadia de la realidad sin que sus padres ni siquiera se dierán cuenta; le encantaba todo áquello que fuera diversión, placer, entretenimiento, viajes, mujeres, alcohól, drogas; había construido un mundo en el que sólamente existia él, igual que lo había hecho su madre. No me paso desapercibido que Ana Cristina, empezo como a celar a su hijo por mi compañia, no sé si le gustaba o no, que yo anduviera con él, pero sí sabía que la tenía intrigada, necesitaba que alguien le dijera lo que estaba pasando.

Empece diciendole que no pasaba nada , que simplemente nos estabamos viendo, que parecía que congeniabamos, que nos teniamos confianza, que hablabamos de mujeres, de la escuela, de política, que era un muchacho exrtraordinario.

Ella parecio dar su visto bueno, pero agrego- que raro a mí no me dice nada de eso.

Al final, casí después de otros cuatro o cinco meses, me llamo y me pregunto: -¿oye tú sabes como se siente mi hijo por no ver a sus hermanos?

-¿Cuales hermanos? -le conteste.

-No sea estúpido -me dijo- y me colgo el teléfono.

Mi plan estaba funcionando, así que ahora mis encuentros con su hijo, procuraba que fuerán lo más cerca de ella, en cualquier lugar donde ella se encontrara, y de vez en cuando echaba una pregunta con la intención de que ella la escuchara: ¿como te sentiste después?, ¿lo has podido superar?, ¿qué piensas de la muerte?, ¿qué sientes de que tu padre ya no este con ustedes?, ¿te vas a ir de la casa para vivir con él?, ¿odias a tu madre?, ¿a poco sigues pensando que hubierá sido mejor morir en lugar de ellos?, ¿te sientes culpable por su muerte?, ¿nunca te vas a casar?, ¿nunca piensas tener hijos?

Yo sabía que esas preguntas hechas a próposito, caían como valdes de agua helada en Ana Cristina, estaba desconcertada, ahora reflejaba no falta de emoción en el rostro sino preocupación, se encontraba verdaderamente asustada, aterrada, diría yo.

Después supe que ella había sido una niña prácticamente abandonada por sus padres, tal vez con mucho cariño, pero nunca demostrado, una madre que nunca estaba, un padre que se perdía en su trabajo. Ella sabía que sus hijos algun día la abandonarian para hacer su vida, hablaban de irse al exrenjero a vivir, entonces no mostraba tampoco mucho apego a ellos, para hacerse quizas a la idea de que algún día la abandonarían. Nunca se imagino que lo harían demasiado pronto y de esa manera, a través de la muerte.

Y ahora escuchaba que su otro hijo también pensaba en abandonarla, eso era algo que no podía resistir, así que me busco no para que la ayudara, no para que le explicara por qué su hijo estaba pensando y actuando de esa manera, sino para reclamarme, como sí yo fuera el culpable de lo que estaba pasando. -Mi hijo nunca me va a abandonar, lo oiste, nunca dejare que me deje, no te atrevas a hacerlo -me dijo furiosa.

-A hacer que -le reclame- que tu hijo se quiera ir de tu casa, eso mi querida Cristina no lo estoy haciendo yo, sino precisamente tú, con tus actitudes, con tu desamor, con tu falta de atención hacía él.

-No sabes lo que estas diciendo, sí precisamente lo que más amo en el mundo es a él, como pueden pensar eso.

-Mi marido, él puede irse a la chingada, ya me tenía harta con su compasióm, con sus ganas de ayudar, de comprenderme, su mirada compasiva me irritaba, despúes su silencio hizo que me diera cuenta que lo que menos deseaba era precisamente estar cerca de él, me siento mejor estando sóla que con ustedes al lado, porque no desaparecen, y ahora tú, el que dice ser mi amigo, planeando y conjurando en mi contra. -No desvaries Cristina -la enfrente mirandola también con furia a los ojos- sí tu hijo se quiere ir es por tú culpa, no por la mía, ahora sí te quedaras completamente sola, ya que así lo quieres, ¡oh, no!

Seguimos hablando largo rato, hasta que por fin parecío caerle el veinte, y suplico por mi ayuda.

-No dejes que me abandone por favor, ayudame, no puedes permitirlo, ahora si me voy a morir, sí él se va me voy a matar.

-Matate sí quieres -le conteste- que no te has dado cuenta que lo estas desde hace tiempo, es terrible estar viviendo con una muerta en vida, apestas Ana Cristina, eres como un cádaver que deambula por tu casa, tu hijo y tu esposo se espantan cada verz que te ven llorando y hablando sola con tus hijos muertos.

-Hijo, hijo, salio corriendo del lugar en donde estabamos, hijo, hijo, gritaba, lloraba, no te vayas, no me hagas eso, no me abandones.

Pero lo hecho, hecho estaba, no fue que su hijo la abandonara, simplemente se fue de la casa, rento su propio departamento, pero estuvo al pendiente de su madre.

Naturalmente Ana Cristina, se derrumbo aun más, ahora parecía llorar más que antes, ahora sí había perdido lo único que le quedaba.

-Dejame vivir madre, eso es lo único que te pido -le dijo su hijo el primer día que la volvio a ver- dejame ser, yo en verdad te agrqadezco que me quieras, pero me asfixias, me volviste muy dependiente todo este tiempo, ahora estoy tratando de alejarme de mis miedos, sabes madre, me da miedo estar solo, en mi departamento, suelo dormir con la luz o la televisión prendida, ahora estoy tratando de volver a amar a mis hermanos muertos, mucho tiempo los odie, madre, sí lo oyes bien, los odie, porque eran la causa de que ahora yo sufriera, de que no me hicieras caso, de que no me dejaras salir a ningún lado por temor a que me pasara algo, temias de que yo muriera, sin saber que yo ya me sentía muerto al igual que ellos, desee mi muerte, desee la tuya, odie esta maldita vida, me quise matar muchas veces, pero nunca lo logre, me volviste un inseguro, un cobarde, y contra eso es contra lo que estoy luchando en estos momentos, no te guardo rencor, pero me lastimaste mucho, nunca te importo lo que yo sentí por la muerte de mis hermanos, yo también los amaba, que acaso no lo sabias, fuiste muy egoista madre, solamente tú tenías derecho a sufrir, el único fuerte aquí fue mi padre, él si tuvo el valor de abandonarte, pero sabes que, se encuentra destruido, acabado, también eran sus hijos, también para él murieron sus hijos, su razón de existir, pero él si asimilo esa experiencia, y le preocupaste tú, porque te amaba, cientos de veces lo escuche llorando, llorando en silencio cuando estabamos en casa, y a grito desaforado cuando creia que nadie estaba en ella. Yo también llore mucho, por mis hermanos, por tí madre, por mi padre, por mis miedos, por mis fracasos, por mi clase de vida actual, me encuentro destruido, acabado, y es verdad lo que un día oiste madre, tengo miedo de casarme y de tener hijos, tengo miedo de que ellos mueran algún día.

El mal estaba hecho, no sé cuando lo comprendío Ana Cristina, pero lo que sí sé, es que se había recuperado, que estaba tratando de olvidar todo el pasado, la muerte de sus hijos le seguia perturbando, pero ya no de igual forma.

Ahora lo único que le preocupaba, era su marido y su hijo ¿podría algun día recuperarlos?

No hay comentarios: