sábado, 8 de septiembre de 2007

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Esa noche no pude dormir bien, me asaltaban los recuerdos de lo sucedido con Luis.

¿Cómo puede ser alguien tan feliz e infeliz a la vez?

¿Cómo puede alguien vivir y querer la muerte al mismo tiempo?

Las respuestas tendría que encontrarlas él mismo, ya sea a través de su psicoanalista, psicoterapeuta, o alguien más.

Me parecía después de todo, que el estaba empezando por un buen camino -reconocer que no era feliz, que era un hombre insatisfecho.

Se estaba empezando a despersonalizar, la dualidad de su propia racionalidad emergía, cuando el decía:

¡Es que yo no estoy siendo feliz!

¡Soy un hombre insatisfecho!

¡Quisiera morirme!

¡No me encontrado a mí mismo!

¡No he encontrado a mi espíritu!

Pareciera que son dos personalidades a la vez, la que es y la que lucha por no ser así.

La que dice yo soy así, y la que reflexiona porque soy así.

Esta sería en parte la tesis de Sartre, el mostrarse contrario al principio de identidad.

El tratar de encontrar lo que soy y lo que no debiera ser, suele enfrentar el cuerpo con la conciencia, a la conciencia con el espíritu, al ser con el no ser, o con el deber ser.

Pareciera ser una cuestión totalmente irracional, pero nada alejada de la verdad.

¿Cómo encontrarse a sí mismo?

¡Que cuestión tan difícil!

Cuando alguien pretende encontrarla y no lo logra, puede caer en la angustia, que es un camino que conduce a la nada.

Al final solo encontramos que solo existimos, pero no sabemos cual es el motivo de nuestra existencia. Uno no es, uno se es, afirmarían los existencialistas y los materialistas.

Uno esta determinado a vivir, eso es cierto, vivimos aunque no queramos -a no ser que atentemos contra nuestra existencia- somos como autómatas insensibles, pero eso sí con libre albedrío. Estamos predeterminados a vivir, aún cuando sigamos o no con los imperativos sociales.

¿Es acaso la reflexión lo que nos hace cambiar?

¿Pero qué pasa cuando nos damos cuenta que no estamos preparados para ejercer el pensamiento puro?

¿Cuándo nos damos cuenta que somos incompetentes para seguirlo?

La versión heideggeriana entre el estar aquí y el ser, entre el existir y su tiempo, hacen que cuando despertamos de nuestra reflexión nos demos cuenta que la existencia continua y que no hemos podido encontrarnos a nosotros mismos.

Pero al llegar el nuevo día, todo ocupara su lugar, otra vez sonará el reloj para anunciarnos la hora de levantarnos y cumplir con nuestras obligaciones biológicas y sociales, para ganar el pan con el sudor de la frente.

Existir dice Levinas es el encadenamiento de uno mismo con uno mismo, es estar atascado en uno mismo, es un peso y no una gracia.

El peso de la existencia es algo irresoluble, es algo que se lleva, es una carga para el que sabe de su existencia, que nos mantiene atrapados; aun las grandes filosofías de la sospecha no han podido dar cuenta de ello; relacionan la vida y la existencia con la psicología de las profundidades, con el sexo, la libido, el inconsciente; la vida de los instintos; el materialismo económico.

Freud pretende encontrar el origen de la desventura humana en lo más profundo del ser.

Nuestras angustias y miedos se encuentran en nuestro desarrollo desde niños, nuestras inseguridades y temores son parte de un gran proceso evolutivo que nos han llevado a ser lo que hoy somos, y en lo que seremos mañana.

Así es como le echamos la culpa a nuestros padres, de lo que somos ahora. Sin pensar que no es la infancia lo que me determina sino los residuos de ella.

Por eso es que encontrarle un sentido a la vida, es muy difícil.

Sólo se logra con experiencia, con juicio, con reflexión, con educación.

No es echándole la culpa a los demás, no es escondernos de nuestras frustraciones, es superarlas, es no sentirnos mal con nadie, empezando con nosotros mismos.

Cuando no tengamos sentimientos de culpa, y cuando nuestras inseguridades empiecen a desaparecer, empezaremos a trascender.

Cuando dejemos de ser parte de un todo, para ser sólo una de sus partes, empezaremos a ser uno mismo. Cuando dejemos de ser parte del engranaje de la vida, de esa máquina que es la vida estaremos creando nuestro propio destino.

En esos momentos seremos nosotros y nadie más, estaremos solos, sin ataduras, seremos sólo cuerpo y alma, cuerpo y espíritu, estaremos solos con nuestra conciencia, y es cuando verdaderamente sabremos lo que es vivir.

Sabremos a qué venimos a este mundo, no hay fórmulas ni recetas individuales, hay millones y millones de ellas, como millones de seres humanos hay en el mundo.

Busquemos la nuestra, que a eso venimos a este mundo.

Yo sabía que Luis estaba buscando la suya; había ensayado tantas recetas, tantas formas de vida, sin que ninguna le satisfaciera, se había cansado de ello. Por eso es que se sentía de esa manera y lo único que quería era encontrar culpables, sin pensar que el único culpable era él.

Luis era insustituible, empezaba a serlo, estaba empezando a encontrarse a sí mismo, su experiencia se lo exigía.

Empezaba a ser sabio.

Empezaba a encontrar a su espíritu, como una voluntad dirigida a la verdad

Empezaba a ser culto, y cuanto mayor es la cultura, mayores los privilegios de que se gozan.

La vida -como todos sabemos- se compone de etapas, algo así como las nueve vidas de un gato, existen las etapas de la niñez, de la adolescencia, la madurez, la etapa del estudiante, del padre, del maestro, del desempleado, del profesionista, del divorciado, del enfermo, del anciano -y, muchas otras más.

Pero estas son tan sólo etapas fisiológicas y roles sociales de nuestra vida, de las cuales es muy difícil escapar. Sin embargo, existen otras que pasamos y, que a veces ni siquiera nos damos cuenta de ello: una etapa de rebeldía, de inconformidad, de soledad, de tristeza, de desesperanza, de alegría, tenemos periodos en donde realmente nos sentimos vivos, otros en donde quisiéramos estar muertos, en donde sentimos que no valió la pena ni siquiera haber nacido.

Tenemos etapas de miedo, miedo al que dirán, miedo a ser mujer, a ser hombre, a tener responsabilidades, miedo a vivir solos, miedo a vivir separado de nuestros padres, miedo a enfrentar nuestro propio destino.

Etapas de deseo en donde queremos ser corruptos, queremos ser honrados, etapas en donde sentimos la necesidad de ser queridos, otras en donde no nos importa el mundo en que vivimos -que me importa que en el mundo exista miseria extrema, guerras, terrorismo, violencia, delincuencia, que me importa que los ríos y mares se contaminen- que me importa sí hoy sólo me importo yo.

Mi época de rebeldía pudo haber pasado, entonces no simpatizo con los grupos de rebeldes que existen en el mundo, con los skinheads, con los punks, con los asóciales, no importando que el mundo se aniquile.

Tenemos épocas en donde aflora el humanismo, épocas de salvación en las que queremos componer al mundo, en las que nos sentimos angustiados por lo que sucede en nuestro entorno, nos preocupan los problemas ambientales, los problemas relacionados con la educación, con la economía, con la salud, el problema del desarme.

No escapa a nuestra mente que en cada una de estas etapas, podemos quedar atrapados.

Así, si quedamos atrapados en la etapa educativa, nos volveremos maestros, escritores, intelectuales, profesionistas.

Sí nos quedamos en la época de la rebeldía, nos convertiremos en lideres estudiantiles, porros, madres solteras, alcohólicos, drogadictos.

Si estamos en la soledad, que es una etapa muy común, podremos sentir tristeza o, miedo, o bien puede ser el camino de encuentro consigo mismo, por eso sólo con el tiempo:

Te das cuenta que si estás al lado deuna persona sólo por acompañar tu soledad,irremediablemente acabarás deseando no volver a verla.Con el tiempo te das cuenta de que los amigosverdaderos valen mucho más que cualquier cantidad dedinero.Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos soncontados, y que el que no lucha por ellos tarde otemprano se verá rodeado sólo de falsas amistades.Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en unmomento de ira pueden seguir lastimando a quienheriste, durante toda su vida.Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lohace, y perdonar es solo de almas grandes.Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigoduramente, muy probablemente la amistad jamás volveráa ser igual.Con el tiempo te das cuanta que aunque seas feliz contus amigos, algún día llorarás por aquellos quedejaste ir.Con el tiempo te das cuenta de que cada experienciavivida con cada persona es irrepetible.Con el tiempo te das cuenta que el que humilla odesprecia a un ser humano tarde o temprano sufrirá lasmismas humillaciones o desprecios multiplicados alcuadrado.Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminosen el hoy, porque el terreno del mañana es demasiadoincierto para hacer planes.Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas oforzarlas a que pasen ocasionará que al final no seancomo esperabas.Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lomejor no era el futuro, si no el momento que estásviviendo justo en este instante.Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los queestán a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayerestaban contigo y ahora se han marchado.Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedirperdón, decir que amas, decir que extrañas, decir quenecesitas, decir que quieres ser amigo ante una tumbaya no tiene ningún sentido.

Las personas se juntan para evitar el miedo, se congregan en comunidades, en civitas, en polis, se forman territorios, se forman Estados. Ahí se organizan, se ordenan, nombran a sus representantes y, se despojan de parte de su soberanía, mediante un “Contrato Social”.

Los individuos se juntaron por miedo en sociedades civiles hoy en crisis.

¿Crisis de la Sociedad y crisis del individuo en particular?

El mundo parece derrumbarse, el siglo XX fue ejemplo de ello. ¿Qué pasará en el siglo XXI?

Los hombres buscan afanosamente su identidad, pero parecen perderla a cada momento.

Se tiene temor a lo desconocido, pero también a lo conocido.

Nuestras murallas parecen derrumbarse a cada momento y, cuando ello sucede construimos mitos, construimos ideologías, para después convertirlos en dogmas.

Necesitamos saber todo esto, pero es mejor comprenderlo.

¡Vaya tarea!

Somos hombres finitos, somos humanos que pereceremos en alguna época o, etapa de nuestra vida.

¿En cual de ellas será?

Eso es algo muy difícil de predecir, podemos perder la vida en cualquier accidente de transito, podemos perderla en cualquier momento, pensemos en un jugador de fútbol lesionado, para ese jugador, esa lesión destruirá su vida por completo. Mejor intentemos ser felices, intentemos pasar por todas nuestras etapas con la intención de crearnos expectativas de seguridad, de trascendencia.

Los tiempos de ver el bosque pasan, ahora podemos ver los árboles, las ramas, los nidos de los pájaros, podemos ver la vida dentro de la vida. Vemos el aire que mueve las hojas, lo podemos sentir y lo podemos vivir.

¿Quién no vive al sentir el viento rozando nuestro cuerpo

¿Quién no vive al sentir el agua bañándonos?

¿Quién no vive al sentir una caricia?

¿Quien no vive al amar y sentirse amado?

¿Cuándo empiezas a vivir?

Cuando empiezas a ver que los problemas no son importantes en tu vida, sino que es la vida la que es importante para resolver tus problemas. Esa puede ser una buena respuesta. Es tu unión con la naturaleza, la unión con tu origen.

¡Naces de ella y mueres con ella!

Una cosa si puede decirse, cuando en tu vida sientes cólera, vanidad, egoísmo, envidia, es por que lo traes dentro de ti, no te estas viendo en tus ojos, sino te estas viendo en los ojos de otro. Cuando dejes de tener esos sentimientos negativos, cuando puedas caminar y convivir con otro y puedas sentirte como si fueras tu mismo, entonces podrás decir que por fin has empezado a vivir.

Cuando derrumbes las murallas que existen, cuando te atrevas a salir de la prisión que has construido para ti, aunque te encuentres solo, empezaras a sentir que esa intimidad y esa soledad es tuya y es la que te impulsara a seguir, aunque el camino este lleno de tropiezos, tu determinación, tu motivación, tus deseos te llevaran al éxito.

Somos como todos los demás, somos iguales a todos con virtudes y defectos, no nos menospreciemos porque uno es más rico que el otro, porque uno es más bello; nadie es más, nadie es menos, todos necesitamos de todos, necesitamos del radiotécnico, del mecánico, porque sin ellos nuestros aparatos de radio y televisión, nuestros coches no funcionarían.

Necesitamos del maestro, del doctor, del estilista, del pedicurista, del comerciante, del carnicero, de la sirvienta, del ama de llaves, de la nana.

Necesitamos de los padres, de los hermanos, de los amigos, de la esposa, del esposo, de los hijos, de los compañeros de trabajo.

Ya ven, necesitamos de todos, tanto del que tiene dinero como del que no lo tiene, necesitamos del feo como del hermoso.

Nadie es más, nadie es menos. Entonces no nos menospreciemos, somos personas igual que todo el mundo, con virtudes y defectos.

Uno de los mayores problemas del mundo, y que es precisamente uno de los que no nos dejan ser como somos, uno de los que no nos deja saber quienes somos, es el llamado complejo de inferioridad.

Esta en nuestro consciente y subconsciente, pero principalmente se encuentra en el inconsciente, ahí donde no podemos verlo, esta en nuestros recuerdos, impulsos, emociones, deseos, traumas, proyecciones.

Esta ahí, y no nos deja desarrollarnos.

Es cuando construimos nuestras murallas como formas de protección contra todo aquello que nos hace daño y nos lastima.

Afortunadamente, por una u otra razón, siempre sabemos que es lo que no nos gusta y nos lastima; descubramos entonces donde esta el origen y nos daremos cuenta que no esta en los demás, sino que esta en nosotros mismos, esta dentro de nosotros, esta en nuestro yo interno, nadie nos hace sentir menos, somos nosotros mismos los que nos sentimos así.

Dice John Powell: Tal vez usted supo del letrero que la difunta Eleanor Roosevelt tenía colgado en la pared de su oficina: “Nadie puede hacerte sentir inferior a menos que tu se lo permitas”.

Revisemos nuestra historia personal, afrontemos nuestros tropiezos, enfrentemos nuestros traumas infantiles, hayan sido causados por nuestros padres, o por cualquier otra persona en nuestra infancia. No sigamos escudándonos en ellos para no ser nosotros mismos, no sigamos utilizándolos como pretexto para evadir nuestras responsabilidades, no es el pasado el que esta aquí presente, es el presente mismo y que a cada paso pretende convertirse en futuro, modelémoslo, démosle forma, utilicémoslo para beneficio propio y no para sentirnos menos, que solamente los fracasados lo hacemos.

Uno de los grandes logros de los últimos tiempos ha sido el poder tener libertad para poder pensar. Vivimos en una gran isla desierta, rodeados de espíritu y de naturaleza, donde solamente nos encontramos nosotros, donde somos nosotros mismos dentro de esta gran pluralidad en la que vivimos. Somos personas singulares, somos únicos, nadie podrá ser jamás igual a nosotros, nadie podrá jamás influir en nuestra manera de pensar sí es que nosotros no lo incluimos dentro de nuestra praxis.

Preguntémonos: ¿qué nos deja la experiencia?

Nos deja prudencia.

La prudencia, es un arte y una habilidad, que nos da poder para influir en las decisiones de los demás.

La voluntad, como la capacidad de querer, entra en el terreno de la libertad, pero sí no tenemos libertad, no tendremos voluntad, y sí no tenemos voluntad no tendremos prudencia, en consecuencia, sí no tenemos prudencia, no tendremos experiencia, y sí no tenemos experiencia, no tenemos nada. No tendremos facultades para conocer, sentir ni de querer, como nos dice Kant, en su crítica del juicio:

¡Seremos nada!

Y eso no lo queremos, a no ser que nos sintamos inferiores.

¿Realmente podemos ser inferiores?

Nuestro yo interno nos dará la respuesta, nadie más puede hacerlo, porque todos somos iguales a la vista de todos, tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones. Tal vez nosotros mismos nos sintamos más que otros.

¿Qué acaso eso no es parte de la naturaleza humana?

Siempre existirá el débil y el fuerte.

¿Cuál somos nosotros?

Dependerá de las circunstancias, de la suerte, de nuestras emociones y motivaciones; dependerá de nuestros deseos y de nuestras finalidades; dependerá de nuestro conocimiento de nosotros mismos; dependerá de nuestra honestidad y habilidad para ser nosotros mismos; dependerá de que descubramos que tenemos actitudes que no van con nosotros y que debemos cambiar, porque no son mas que parte del reflejo de nuestros complejos.

¿Es acaso nuestra debilidad la que nos hace sentir melancólicos, la que nos hace padecer largos periodos de insomnio, la de tener una violenta necesidad de estar solos, la que nos hace padecer dolores espirituales, la que nos hace sentir miserablemente humanos, efímeros, depresivos, maniáticos, esquizofrénicos, violentos, miserables, es la que nos hace sentir como muertos.

Pero hay que tener cuidado, porque son precisamente esas sensaciones las que, muchas de las veces nos hacen despertar de ese largo sueño nunca querido, son esos malestares los que nos hacen meditar y reflexionar sobre nuestra calidad de vida, las que a la vez, nos hacen sacar fortaleza ahí donde creemos sólo hallar limitaciones.

Quien más puede ser absolutamente insobornable, que nosotros mismos, quien más puede ser profundamente analítico, que nuestra propia conciencia. En síntesis, quien más puede ayudarnos, sí es que no lo hacemos por nuestra propia perseverancia.

Muchas veces lo hacen, los que nos aman, de ahí el valor que tiene el desinterés, el altruismo, la armonización de lo mio con lo tuyo, del aceptarse tal como somos, con defectos y virtudes, de amarse con los ojos abiertos, como dicen Jorge Bucay y Silvia Salinas.

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